En un remoto jardín
de helechos gigantes,
vivía un anciano poeta.
La figura venerable
y hermosa,
tenía la gracia
de un equilibrista
elegante y genial.
Una vez, presentóse
un niño de mirar sombrío.
Sufro - le dijo -
la sed de aprender,
el hambre de vivir.
No tengo nombre
ni puedo soñar
cómo son los pájaros:
me siento pez
ahogado en la arena.
La mirada del anciano
tornose grave
y con paciencia
le explicó que él
también, buscaba
en vano el camino
de la sabiduría,
porque venía de otro lugar
donde los peces en el agua
tuvieron fin
porque el hongo
blanco y vaporoso,
calcinó los senderos,
marchitó las flores
y viajó sin parar
por todos los rincones.
7 comments:
Así parece, se trata de hacer equilibrio... alimentarse de la belleza en la espesura y aprender a nadar en otros medios. a pesar de las devastaciones de a veces... Me encantó este cuento- poema. Gracias, amigo!
Don Fer: se ha retratado usted, pero difiero en cuanto a la búsqueda de la sabiduría claro que si confesara haberla alcanzado, se le escaparía.
Besos
"No tengo nombre
ni puedo soñar
cómo son los pájaros:
me siento pez
ahogado en la arena."
Superlativo, simplemente superlativo.
Saludos,
Tino RO
Lo vuelvo a leer... Es realmente muy hermoso, como para aprenderlo
A los tres, lo único que me cabe decir, es: Muchaaaaaaaaaaaaaas graaaaaaaaaaaacias!!!!!
Fernando: Este poema me trajo a la memoria un episodio semejante vivido por Raissa y Jacques Maritain en el Jardín Botánico de Paris.
Tal era su desasón frente a la imposibilidad de alcanzar la verdad que les presentaba el mundo, y tal era la sed y ansias de encontrar un sentido a la existencia que ellos tenían, que pensaron: "si la vida no tiene sentido, mejor sería morir; pero antes de tomar esta determinación, preferimos dar un crédito a la existencia".
Esto es lo que sin querer, cada día, cada uno de nosotros busca...y la sed y el deseo no son vanos.
Es verdad, todos los días necesitamos darle un crédito a la vida, un bono de credibilidad, sino sería muy difícil "salir al toro". Abrazos.
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