Llovía torrencialmente
cuando sonó el timbre,
estridente, rompiendo
el silencio de la siesta.
La figura empapada
algo gacha, apoyada
en un bastón de algararrobo
insistía con el dedo pegado
al interruptor.
Un soplo de sospecha
nubló, ligeramente,
los ojos de mi madre
parada en el descando
de la escalera, sin atreverse
a bajar hasta la puerta
de calle.
Desde el dormitorio yo
espiaba aquella escena
teñida con cierto temblor
en la boca del estómago.
La lluvia agitaba
los árboles del parque
y la humedad hacía más
pegajoso el verano tardío.
Cuando ella abrió la puerta
una leve corriente de aire
cruzó el espacio salpicando
con pequeñas gotas la
vieja alfombra persa
despelechada por los años.
La exclamación de su voz,
la recuerdo aún hoy
cuando veo llover como
aquel día en que mamá,
al abrir la cancela
se encontró cara a cara,
con un anciano
destruído por la vida,
que , mirándola mansamente
como perro enfermo,
le dijo quédamente:
- Sé que no tengo derecho
a mirarte la cara,
pero, mujer, ¿ me dejarías
morir en mi casa?
21 comments:
Wow, y lo que más me gustan son tus finales...Me dejas siempre con la boca abierta o con una sonrisa complice...
Besotes
era su padre? No lo he cogido bien...
juer, qué emoción! escribes realmente bien, un abrazo!
El arrepentimiento necesita cobijo de perdon. Besos. Hermoso post.
Me encanta esta historia, el ambiente que crea esa lluvia torrencial a la hora de la siesta. Y claro, ahí me he quedado imaginando todo lo no dicho, lo sugerido sólo por una irrupción del pasado en un instante de la rutina que no volverá a ser la misma. Y el final de la historia, claro...qué respondió la madre?
Un gusto, como siempre
abrazos!
que triste, deja triste
te dejo un abrazo grande y una linda semana
besos y sueños
Que gran contador de historias, cómo manejas la tensión amigo y la descripción de la atmósfera es magistral.
Que no le extrañe a usted si un día de estos empiece a imitar el estilo, "No tengáis miedo de imitar a los grandes maestros" dijo Horacio Quiroga en su decálogo del buen cuentista.
Y yo, obedezco.
Un abrazo
Ay Don Fernando, una historia que desgraciadamente es más común de lo que parece.
Lo que no es nada común es su manera de narrarla.
Como siempre quedo prendida y prendada de su pluma.
Mi beso en la frente con respeto y cariño
me ha encantado, no dejas de sorprendernos con tus finales...
saludos
robert
Qué dramática situación. Impactante de verdad.
Que buena historia, y el final conmueve...un abrazo.Ari
Hermoso, Fernando. Y como dice Lety, una historia muy común, que siempre he temido vivir también, aunque yo no me quedé en "su" casa.
Un abrazo,
Olie
20-03-2006
definitivamente tus historias me encantan... hermosa forma la tuya de escribir...
Fer:
realmente me asombras cada día, me admiras.
Tenes una mirada tan pura para contemplar lo cotidiano que es capaz de trasmutarlo en algo nuevo y admirable casi sin esfuerzo.
No tengo palabras para describirlo, como no tengo palabras justas para hablar de "clara".
Cariños
Abrumador relato Don EFE, quedé estupefacto. He sabido de casos similares. ¿Cómo terminó este?
Saludos.
Lo más importante de escribir es hacernos parte de lo que leemos, y que las desiciones de las historias implicitas, sean nuestra desicion.
Muchos saludos.
Elva*
nada como morir con lluvia, que privilegio, recordé a vallejos
Me encantan tus letras, salen del alma. Felicidades
Coralya
Triste, tierna, conmovedora.... ¡Cómo la vida! y narrada por alguien tan sensible cómo tú, llega mucho. Gracias.
Hannah
todavía me imagino a esa gran mujer, con el corazón en la mano, las piernas temblorosas... sabiendo muy en el fondo, quién está al otro lado de la puerta... Y el niño... escondido...
Siempre somos niños... o adultos temblorosos... en cualquiera de los dos lados de la puerta...
un abrazo lleno de colores
Lamentable que se acordara de su casa en la hora de su agonia.
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