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Saturday, March 18, 2006

La visita

Llovía torrencialmente
cuando sonó el timbre,
estridente, rompiendo
el silencio de la siesta.

La figura empapada
algo gacha, apoyada
en un bastón de algararrobo
insistía con el dedo pegado
al interruptor.

Un soplo de sospecha
nubló, ligeramente,
los ojos de mi madre
parada en el descando
de la escalera, sin atreverse
a bajar hasta la puerta
de calle.

Desde el dormitorio yo
espiaba aquella escena
teñida con cierto temblor
en la boca del estómago.

La lluvia agitaba
los árboles del parque
y la humedad hacía más
pegajoso el verano tardío.

Cuando ella abrió la puerta
una leve corriente de aire
cruzó el espacio salpicando
con pequeñas gotas la
vieja alfombra persa
despelechada por los años.

La exclamación de su voz,
la recuerdo aún hoy
cuando veo llover como
aquel día en que mamá,
al abrir la cancela
se encontró cara a cara,
con un anciano
destruído por la vida,
que , mirándola mansamente
como perro enfermo,
le dijo quédamente:
- Sé que no tengo derecho
a mirarte la cara,
pero, mujer, ¿ me dejarías
morir en mi casa?

21 comments:

இலை Bohemia இலை said...

Wow, y lo que más me gustan son tus finales...Me dejas siempre con la boca abierta o con una sonrisa complice...
Besotes

Xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx said...

era su padre? No lo he cogido bien...

Cristina Castro Moral said...

juer, qué emoción! escribes realmente bien, un abrazo!

Superchoco said...

El arrepentimiento necesita cobijo de perdon. Besos. Hermoso post.

Indianguman said...

Me encanta esta historia, el ambiente que crea esa lluvia torrencial a la hora de la siesta. Y claro, ahí me he quedado imaginando todo lo no dicho, lo sugerido sólo por una irrupción del pasado en un instante de la rutina que no volverá a ser la misma. Y el final de la historia, claro...qué respondió la madre?

Un gusto, como siempre

abrazos!

Verena Sánchez Doering said...

que triste, deja triste
te dejo un abrazo grande y una linda semana


besos y sueños

Claudia Castora said...

Que gran contador de historias, cómo manejas la tensión amigo y la descripción de la atmósfera es magistral.
Que no le extrañe a usted si un día de estos empiece a imitar el estilo, "No tengáis miedo de imitar a los grandes maestros" dijo Horacio Quiroga en su decálogo del buen cuentista.
Y yo, obedezco.

Un abrazo

Lety Ricardez said...

Ay Don Fernando, una historia que desgraciadamente es más común de lo que parece.

Lo que no es nada común es su manera de narrarla.

Como siempre quedo prendida y prendada de su pluma.

Mi beso en la frente con respeto y cariño

Roberto said...

me ha encantado, no dejas de sorprendernos con tus finales...
saludos
robert

Lila Díaz said...

Qué dramática situación. Impactante de verdad.

Araceli Casanova said...

Que buena historia, y el final conmueve...un abrazo.Ari

princess olie said...

Hermoso, Fernando. Y como dice Lety, una historia muy común, que siempre he temido vivir también, aunque yo no me quedé en "su" casa.
Un abrazo,
Olie
20-03-2006

Denia said...

definitivamente tus historias me encantan... hermosa forma la tuya de escribir...

Laura said...

Fer:
realmente me asombras cada día, me admiras.
Tenes una mirada tan pura para contemplar lo cotidiano que es capaz de trasmutarlo en algo nuevo y admirable casi sin esfuerzo.

No tengo palabras para describirlo, como no tengo palabras justas para hablar de "clara".

Cariños

Emilio said...

Abrumador relato Don EFE, quedé estupefacto. He sabido de casos similares. ¿Cómo terminó este?

Saludos.

Filos en Mundo de Sofía said...

Lo más importante de escribir es hacernos parte de lo que leemos, y que las desiciones de las historias implicitas, sean nuestra desicion.

Muchos saludos.

Elva*

Rantes said...

nada como morir con lluvia, que privilegio, recordé a vallejos

Coralya said...

Me encantan tus letras, salen del alma. Felicidades

Coralya

Hannah said...

Triste, tierna, conmovedora.... ¡Cómo la vida! y narrada por alguien tan sensible cómo tú, llega mucho. Gracias.

Hannah

En el bosque encantado... said...

todavía me imagino a esa gran mujer, con el corazón en la mano, las piernas temblorosas... sabiendo muy en el fondo, quién está al otro lado de la puerta... Y el niño... escondido...
Siempre somos niños... o adultos temblorosos... en cualquiera de los dos lados de la puerta...
un abrazo lleno de colores

duberbal said...

Lamentable que se acordara de su casa en la hora de su agonia.