Cadencia

Hacer el amor contigo
tiene la candencia
de un rosal
florecido.

Verano del 82

Aquel verano del 82
en Buenos Aires,
fue un enero
largo y triste.

No sólo sudor,
también lágrimas
mojaron la camisa
de hilo blanco.

Casi de noche,
en Acoyte y Rivadavia,
me explicaste con esa lógica
tan tuya que lo nuestro,
fue nada más
que el conjuro
de un imposible.

Es cierto.
Te había amado,
mal amado,
confundido en un tropel
de culpas que terminó
haciendo añicos,
el cristal más hermoso.

Guardadas en algún
bolsillo olvidado,
andan esas
astillas vidriadas,
para hacerme acordar,
cada tanto,
de tu pasar por mi vida.

Sensaciones

Era casi de madrugada
cuando me asomé
al balcón
para escuchar el murmullo
que tiene el amanecer
en el esplendor
de la primavera.

Las cortinas
se movían al compás
de la brisa,
rozándome el rostro
como una caricia
mañanera.

Apenas despuntó el alba,
entre los cerros del oriente,
intenté retomar el sueño
pero la intensidad del momento
me hizo vislumbrar
una sensación de libertad
que la tenía muy olvidada.

La rosa

Tú ya no me quieres
- me dijo -
mientras apretaba
en el puño izquierdo
esa rosa blanca
recién cortada en el
jardín de invierno.
Tú ya no me quieres
- musitó nuevamente -
y una fina gota de sangre
filtróse entre sus guantes
para caer, mansamente,
a la vera del sendero.

A pesar de todo

A pesar de todo,
y a pesar del tiempo,
sigo escondiendo
en las vertientes
de mis noches
en silencio,
el perfume inconfundible
de tu cuerpo,
grácil como junco
en primavera.