( a Antonia, Candela y Maira)
Tres hadas convergieron
en el triángulo de la esquina
donde, tropezando con los
escombros, avanzaba el
hombre golpeado por las
sombras de la noche.
Y le encomendaron
la tarea de reescribir
su historia con el tintineo
de las estrellas y la pluma
que el ruiseñor abandonó
en las paredes despintadas.
Pasmado ante la luz
que despedían las flamígeras
doncellas,
no supo qué responder.
Entendió, simplemente,
en la niebla que galopaba
por su alma perdida,
era aquella,
la última oportunidad.
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Sunday, March 25, 2007
Sunday, March 18, 2007
El vals de los novios
Cuando lo vi levantarse
para danzar con su
nieta-novia,
el vals de los novios,
la radiografía de su vida
hizo doble clic en los cuentos
escuchados en rueda de familia.
Abandonó su casa,
cuando su hija aún gateaba.
Nadie supo las razones
ni alma prudente que las
preguntara.
Se perdió en la memoria
de todos pero, un día,
años después, esa hija ya adulta
lo ubicó en otro nido y como
las vueltas del destino
dan sorpresas infinitas,
no le pidió razones y le
ofreció desandar el camino.
Y ahí está rumbo a enlazar el
talle de esta novia y si la media luz
no me engaña, alguna lágrima perdida
se ha quedado sobre el mantel de hilo.
para danzar con su
nieta-novia,
el vals de los novios,
la radiografía de su vida
hizo doble clic en los cuentos
escuchados en rueda de familia.
Abandonó su casa,
cuando su hija aún gateaba.
Nadie supo las razones
ni alma prudente que las
preguntara.
Se perdió en la memoria
de todos pero, un día,
años después, esa hija ya adulta
lo ubicó en otro nido y como
las vueltas del destino
dan sorpresas infinitas,
no le pidió razones y le
ofreció desandar el camino.
Y ahí está rumbo a enlazar el
talle de esta novia y si la media luz
no me engaña, alguna lágrima perdida
se ha quedado sobre el mantel de hilo.
Monday, March 12, 2007
Historias comunes (V)
Quebrada el alma
por las infamias que
el infortunio le había regalado,
abrió las puertas del silencio y,
acercándose a los límites
de la locura,
reparte facturas
verdaderas o inventadas.
Lo llaman el loquito
de los reproches y cuando
algún transeúnte se acerca
desapercibido, una retahila
en jeringoza le persigue
unos cuantos metros.
Guarda, sí,
una compostura especial
de galán estrafalario
frente a las damas,
jóvenes o viejas,
que osan caminar
por esa cuadra.
Se saca la gorra pringosa
y en reverencia casi
chaplinesca, las deja pasar
con una sonrisa ámplia y
desdentada.
por las infamias que
el infortunio le había regalado,
abrió las puertas del silencio y,
acercándose a los límites
de la locura,
reparte facturas
verdaderas o inventadas.
Lo llaman el loquito
de los reproches y cuando
algún transeúnte se acerca
desapercibido, una retahila
en jeringoza le persigue
unos cuantos metros.
Guarda, sí,
una compostura especial
de galán estrafalario
frente a las damas,
jóvenes o viejas,
que osan caminar
por esa cuadra.
Se saca la gorra pringosa
y en reverencia casi
chaplinesca, las deja pasar
con una sonrisa ámplia y
desdentada.
Sunday, March 04, 2007
La partición
La voz grave del notario
de fe pública
y de primera clase,
sonó pausada,
al leer los términos
del acuerdo de partes.
Las propiedades de la
hacienda ubicada
en la carretera norte
seguía en poder de
Joaquín, ya que,
los bienes propios
no eran tema de
discusión.
El mismo criterio
se aplicó con la fábrica
de herrajes, recibida
por Patricia en el legado
de su padre,
siendo soltera.
La partición del resto
se hizo conforme a derecho
y cada uno estampó su firma
ante la atenta mirada
del escribano, quien,
prolijamente, dió fe de todo
los actuado.
Cuando el actuario
estaba cerrando el acto,
preguntó de improviso,
con voz casi neutra:
-¿ Y con los niños qué hacemos?-
de fe pública
y de primera clase,
sonó pausada,
al leer los términos
del acuerdo de partes.
Las propiedades de la
hacienda ubicada
en la carretera norte
seguía en poder de
Joaquín, ya que,
los bienes propios
no eran tema de
discusión.
El mismo criterio
se aplicó con la fábrica
de herrajes, recibida
por Patricia en el legado
de su padre,
siendo soltera.
La partición del resto
se hizo conforme a derecho
y cada uno estampó su firma
ante la atenta mirada
del escribano, quien,
prolijamente, dió fe de todo
los actuado.
Cuando el actuario
estaba cerrando el acto,
preguntó de improviso,
con voz casi neutra:
-¿ Y con los niños qué hacemos?-
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