Surto en la bahía
de las tres bocas
estaba anclado
el bergantín de
largo velámen.
A su bordo
dos gentil-hombres
custodiaban al
prisionero que debía
purgar su pena en
la prisión de la isla.
Atado al trinquete
yacía el condenado
con la piel agrietada
por el calor del sol
y las sales marinas.
Mestizo de las colonias
de ultramar,
su delito fue matar
sin piedad a una hermosa
dama que, requerida de
amores,
lo despreció por
su piel de candombe.
9 comments:
Prisionero de una pena de amor...Me hace acordar a Uruguay. No sé porqué razón mágica ese lugar me evoca piratas, amores y muertes.
Las palabras de tu poema me trajeron aires frescos.
Cariños
que bonito. muerte dulce.
De niña devoraba historias de piratas, a veces acostada sobre la cama, porque era tiempo de lecturas permitidas y otras bajo la cama, escondida, porque el tiempo que me daban jamás bastaba.
En sus breves palabras toda una historia que puedo beber ante los ojos de todos.
No entiendo por qué mató a la hermosa dama en lugar de matarse a sí mismo.
Me llevaste a otros confines con tus palabras...
Me pareció ver piratas y barcos fantasmas, mujeres en la selvas de palmeras y ropajes ajados...
LO has escrito tu?:)
me gusta mucho
un beso
Enric
Hermoso y triste.
Si matas a tu amada, no la encuentras en otras vidas.
Amarga condena.
Decídete, escribes hermosa narrativa, en formato de verso.
Un abrazo
muy bello, el ritmo y como lo describes
saludos robert
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